viernes, 5 de febrero de 2010

La conspiración del miedo.

Desde el conflicto con el campo, comenzamos a escuchar de boca de Néstor y su cretina esposa, que todo discernimiento opositor no era nada más ni nada menos que maniobras conspirativas contra su gobierno.
Jerrold Post, prestigioso investigador, Director del Programa de Psicología Política de la Universidad George Washington de los Estados Unidos, describe el tipo de personalidad y estilo de liderazgo que se asocian con el discurso conspirativo.
La nota distintiva de la modalidad paranoide es la convicción de que existe un enemigo oculto alrededor del cual se organiza la realidad. No es la conclusión de una serie de evidencias. Es un postulado. En consecuencia, sus características esenciales son "la persistente desconfianza en la gente en general".
"Son hipersensitivos y se sienten fácilmente menospreciados". Ellos "continuamente escanean el ambiente detrás de pistas que validen sus prejuicios originarios".
Los individuos paranoides "tienen una firme conclusión en busca de evidencias. Hostiles, tercos y defensivos, ellos rechazarán los datos que desaprueben sus sospechas. En cambio, los intentos bienintencionados de tranquilizarlos o razonar con ellos provocarán, habitualmente, agresividad, y el comedido puede devenir en objeto de la sospecha.
"El suyo es un mundo de motivaciones ocultas y significados especiales. Ellos están listos para contraatacar contra lo que perciben como una amenaza". Los paranoides, sigue Post, "evitan la intimidad, excepto con aquellos en los que confían absolutamente, una población diminuta. Ellos muestran una exagerada necesidad de ser autosuficientes, sin confiar en nadie. Evitan participar en un grupo, a menos que estén en una posición dominante".
"Los paranoides están constantemente buscando evidencias del peligro de que otros los sometan a su control o los traicionen". Dicho miedo se proyecta sobre su entramado emocional. Este tipo psicológico tiende a controlar sus sentimientos, "especialmente la calidez o la suavidad, para evitar la sumisión, para evitar ceder a otro". La característica principal de la comprensión del mundo que tiene un paranoide es la rígida e intencionada búsqueda de un peligro exterior".
En el centro del sistema de creencias de este tipo de personalidad está el adversario, que es visto "como inherentemente malvado y como la mayor e incorregible amenaza contra el propio interés". Si ese adversario se muestra conciliatorio no debe generar duda alguna. Sólo está tratando de sacar ventaja. "El universo del paranoide es un universo maniqueo, dividido en dos campos: aliados y adversarios. Los neutros, son imposibles".
Los jefes políticos en quienes predominan estas tendencias (Néstor y Cristina Kirchner) suelen seleccionar a sus colaboradores con el criterio casi exclusivo de la lealtad.
La desconfianza, además, los lleva a someter a prueba una y otra vez a quienes están cerca, controlándolos y chequeando su fidelidad mediante pequeñas humillaciones o malos tratos. "Manifiesta una tendencia a actuar rápido para evitar el ataque inminente del otro; piensa que el que duda está perdido".
Estas premisas explican el estado de querella permanente en que viven las personas con rasgos paranoides. El mundo es muy conflictivo. Y el enemigo es incorregiblemente agresivo y políticamente tortuoso. A partir de estas premisas, el líder paranoide decide un método: siempre será mejor usar la fuerza en lugar de la persuasión.

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